Nuestro último beso ahí a la orilla del mar ¿lo recuerdas?
Yo recostado sobre tus muslos y vos mirándome con esa mirada inocente que
siempre te caracterizo, riendo tan finamente por nada. Yo lo recuerdo como si
hubiera sido hace un momento.
Ya lo tenía todo planeado. La tarde iba a ser especial para
los dos, y te lo venia anticipando, por eso ese día fuiste con tu mejor ropa,
tenías ese vestidito beige, que parecía tejido, y andabas de chinelas oscuras,
con una pulsera de esas artesanales en tu tobillo, tu pelo suave como la seda,
castaño claro era en ese entonces. Recuerdo que el día estaba nublado y parecía
que iba a llegar una tormenta, había un viento fresco pero agradable. Me
mirabas con ternura y que agradable sensación de locura que se podía sentir en tus ojos. Tal vez ese
era el amor. Leí tanto sobre ello pero no podía llegar a comprenderlo así que
practicaba con vos, te hablaba de las estrellas, del las olas, del corazón, del
alma, te hablaba tantas cosas y vos parecías tan interesada, que creía que esa
locura inocente era realmente amor, estar los dos diciéndonos cosas tan tontas
(y que si lo miraba desde otro punto de vista eran muy estúpidas).
Cuando al fin te cansaste de mi silencio me preguntaste cual era
la sorpresa. ¿Te acuerdas verdad? Sí, me lo preguntaste y se veía un brillo
especial en tus ojos, esperabas con ansias mi regalo. Te dije que esperásemos
un poco más, que todavía no era el momento. Y dubitativa te recostaste sobre la
arena, me puse a tu lado y coloque mi brazo bajo tu cabeza para que te sientas
cómoda, recuerdo ese tibio beso que me diste, parecía que habías besado mi
alma.
Ya se acercaba el ocaso, el sol se escondía tras la
tranquilidad del mar. Era la hora de tu sorpresa, por eso te lleve hasta casa.
Llegamos y como todo caballero te deje pasar primero, entraste como siempre,
como si fuese tu propia casa y te sentaste en el sofá, ahí no recuerdo bien si
me pediste agua o jugo, solo sé que fui hacia la cocina, igual, allí estaba mi
tan esperada “sorpresa”. Cogí la botella de sidra de antaño que mi abuelo
siempre guardaba, según contaba
se la había comprado a un marinero alemán que conoció en un
viaje por Europa en la década de los '50, nunca
debía abrirla pues así lo dictamino el vejete en el testamento (dejar una
botella de herencia para su nieto, ¿qué clase de rata puede hacer eso? Ese tipo
de cosas solo pasa en mi familia). Me viste por el espejo que volvía con la
botella y dijiste:
-
¿Por qué vamos a brindar?
-
Por nuestro amor ¡Puta!- y te golpee en la
cabeza.
Te desmayaste y luego de un largo rato abriste los ojos.
Estabas atada en una silla y tape tu boca con un gran pedazo de algodón y cinta
adhesiva.
Y de mas está
recordar lo que te dije, pero tal vez no lo recuerdes ahora, así que refrescare
tu memoria; te conté como te vi besando a
Alberto, en realidad no te vi, me mostraron una foto y no quería creer que eras
vos, así que me tome el atrevimiento de seguirte, Alberto no era el único, vi
cuando entrabas a un telo con uno de los mozos que siempre nos atendía en el
restaurant de Marcelo; con el hermano de tu amiga “Sabri” también, esa hija de
puta que me mentía en la cara me las va a pagar. ¡Ah! ahora que recuerdo
también te seguí cuando que te viste con Federico, mi primo, y a mí me dijiste
que esa noche te ibas supuestamente a la casa de tu mama, y contarte que te vi
cuando fornicaban en su auto no hace falta, creo.
-
Mi regalo donde esta, te preguntaras. Aquí lo
tengo, mira: una nueve milímetros, era de mi padre, se la tome prestada por un rato.
Pero tranquila no va a pasar nada malo, solo quiero hablar un momento con vos, así
q te voy a sacar la cinta de la boca.
Ni bien te saque la cinta comenzaste a gritar por auxilio y
a insultarme, no quiero recordar ese momento porque me duele mucho. Te dije que
en vano era levantar la voz porque estábamos en el sótano, y arriba puse música
a todo volumen. Me senté frente tuyo y pasaron los minutos, estabas callada, y
mirando al piso, luego empezaste a decirme que me amabas, que eso era solo una
prueba de amor propia, que estabas con otros pero aun así pensabas en mí y
nunca dejabas de hacerlo.
-
¿Qué
clase de amor enfermo es ese? Y decime ¿Besabas igual, con esa ternura que
lo hacías conmigo, con esa dulzura y
esos ojos llenos de brillo a los otros? hija de puta.
-
A los otros no los amaba, si a cada momento me
acordaba de vos. ¡Perdóname, perdóname! Yo siempre te ame y lo sabes bien...
Continuaste diciendo cosas pero
no les presté atención, solo a tus ojos que parecían una cascada de lágrimas, y
me dolía verte sufrir así.
Fui arriba para pensar, medite un rato pero no podía contra
vos, decidí que podríamos intentarlo de nuevo, que mi amor por vos es tan
grande que borraría los malos recuerdos.
Baje y te desate. Me abrazaste y me diste un rodillazo en los
testículos, agarraste el arma que había dejado sobre la mesa de herramientas. Me
apuntaste y a pesar de que me retorcía de dolor me dolió más el verte ahí llorando
y mirándome con rencor, te llore y me arrastre hasta tus pies pero vos mas te
alejabas y me tirabas con todo lo que encontrabas, al verte así te pregunte ¿qué paso, donde se fue el amor que tanto me
jurabas? Pero respondiste algo que jamás se borrara de mi memoria:
-
¿Amor? ¿Alguien puede sentir amor por vos pedazo
de mierda? No sabes cómo constaba fingir que todo estaba bien, pero no sabía cómo
alejarme de vos psicópata de mierda, basura igual que toda tu familia, hasta
ese viejo de mierda que era tu padre que me acosaba con la mirada, todos unos
locos enfermos. ¡Basura! ¿Crees que disfrutaba ver como perdí mi libertad por
vos, dedicar horas de mi vida por un inmaduro que no tiene ni idea donde esta
parado?
Me partiste el alma. Lloraba como un niño y no tuviste compasión,
intentaste dispararme, pero el arma no estaba cargada, si yo nunca pretendí
hacerte daño. con dolor de por medio me levante y te quise abrazar pero fui tan
brusco que tropecé y caímos, vos diste contra la punta metálica de la mesa, quedaste
inconsciente yo me enloquecí no sabía qué hacer solo corrí hacia arriba y llame
a emergencias.
Cuando llegaron intentaron salvarte pero habías perdido
mucha sangre, tu pelo castaño quedo pintado de rojo.
Y hoy casi dos años después solo puedo mirarte, hablarte y
contemplarte en este dibujo mal hecho que hice con un pedazo de carbón que
encontré tirado en suelo, sobre esta fría pared ésta la imagen de nosotros en
la playa, dándonos nuestro último beso. Y ya logre perdonarte. Sé que todo lo
que me dijiste era mentira, me amabas lo notaba en tu mirada.
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