martes, 8 de enero de 2013

Nuestro ultimo beso (actualizado)


Nuestro último beso ahí a la orilla del mar ¿lo recuerdas? Yo recostado sobre tus muslos y vos mirándome con esa mirada inocente que siempre te caracterizo, riendo tan finamente por nada. Yo lo recuerdo como si hubiera sido hace un momento.
Ya lo tenía todo planeado. La tarde iba a ser especial para los dos, y te lo venia anticipando, por eso ese día fuiste con tu mejor ropa, tenías ese vestidito beige, que parecía tejido, y andabas de chinelas oscuras, con una pulsera de esas artesanales en tu tobillo, tu pelo suave como la seda, castaño claro era en ese entonces. Recuerdo que el día estaba nublado y parecía que iba a llegar una tormenta, había un viento fresco pero agradable. Me mirabas con ternura y que agradable sensación de locura  que se podía sentir en tus ojos. Tal vez ese era el amor. Leí tanto sobre ello pero no podía llegar a comprenderlo así que practicaba con vos, te hablaba de las estrellas, del las olas, del corazón, del alma, te hablaba tantas cosas y vos parecías tan interesada, que creía que esa locura inocente era realmente amor, estar los dos diciéndonos cosas tan tontas (y que si lo miraba desde otro punto de vista eran muy estúpidas).
Cuando al fin te cansaste de mi silencio me preguntaste cual era la sorpresa. ¿Te acuerdas verdad? Sí, me lo preguntaste y se veía un brillo especial en tus ojos, esperabas con ansias mi regalo. Te dije que esperásemos un poco más, que todavía no era el momento. Y dubitativa te recostaste sobre la arena, me puse a tu lado y coloque mi brazo bajo tu cabeza para que te sientas cómoda, recuerdo ese tibio beso que me diste, parecía que habías besado mi alma.
Ya se acercaba el ocaso, el sol se escondía tras la tranquilidad del mar. Era la hora de tu sorpresa, por eso te lleve hasta casa. Llegamos y como todo caballero te deje pasar primero, entraste como siempre, como si fuese tu propia casa y te sentaste en el sofá, ahí no recuerdo bien si me pediste agua o jugo, solo sé que fui hacia la cocina, igual, allí estaba mi tan esperada “sorpresa”. Cogí la botella de sidra de antaño que mi abuelo siempre guardaba, según contaba se la había comprado a un marinero alemán que conoció  en un viaje por Europa en la década de los '50, nunca debía abrirla pues así lo dictamino el vejete en el testamento (dejar una botella de herencia para su nieto, ¿qué clase de rata puede hacer eso? Ese tipo de cosas solo pasa en mi familia). Me viste por el espejo que volvía con la botella y dijiste:
-          ¿Por qué vamos a brindar?
-          Por nuestro amor ¡Puta!- y te golpee en la cabeza.
Te desmayaste y luego de un largo rato abriste los ojos. Estabas atada en una silla y tape tu boca con un gran pedazo de algodón y cinta adhesiva.
 Y de mas está recordar lo que te dije, pero tal vez no lo recuerdes ahora, así que refrescare tu memoria; te conté como te vi besando a Alberto, en realidad no te vi, me mostraron una foto y no quería creer que eras vos, así que me tome el atrevimiento de seguirte, Alberto no era el único, vi cuando entrabas a un telo con uno de los mozos que siempre nos atendía en el restaurant de Marcelo; con el hermano de tu amiga “Sabri” también, esa hija de puta que me mentía en la cara me las va a pagar. ¡Ah! ahora que recuerdo también te seguí cuando que te viste con Federico, mi primo, y a mí me dijiste que esa noche te ibas supuestamente a la casa de tu mama, y contarte que te vi cuando fornicaban en su auto no hace falta, creo.
-          Mi regalo donde esta, te preguntaras. Aquí lo tengo, mira: una nueve milímetros, era de mi padre, se la tome prestada por un rato. Pero tranquila no va a pasar nada malo, solo quiero hablar un momento con vos, así q te voy a sacar la cinta de la boca.
Ni bien te saque la cinta comenzaste a gritar por auxilio y a insultarme, no quiero recordar ese momento porque me duele mucho. Te dije que en vano era levantar la voz porque estábamos en el sótano, y arriba puse música a todo volumen. Me senté frente tuyo y pasaron los minutos, estabas callada, y mirando al piso, luego empezaste a decirme que me amabas, que eso era solo una prueba de amor propia, que estabas con otros pero aun así pensabas en mí y nunca dejabas de hacerlo.
-           ¿Qué clase de amor enfermo es ese? Y decime ¿Besabas igual, con esa ternura que lo  hacías conmigo, con esa dulzura y esos ojos llenos de brillo a los otros? hija de puta.
-          A los otros no los amaba, si a cada momento me acordaba de vos. ¡Perdóname, perdóname! Yo siempre te ame y lo sabes bien...
Continuaste diciendo cosas pero no les presté atención, solo a tus ojos que parecían una cascada de lágrimas, y me dolía verte sufrir así.
Fui arriba para pensar, medite un rato pero no podía contra vos, decidí que podríamos intentarlo de nuevo, que mi amor por vos es tan grande que borraría los malos recuerdos.
Baje y te desate. Me abrazaste y me diste un rodillazo en los testículos, agarraste el arma que había dejado sobre la mesa de herramientas. Me apuntaste y a pesar de que me retorcía de dolor me dolió más el verte ahí llorando y mirándome con rencor, te llore y me arrastre hasta tus pies pero vos mas te alejabas y me tirabas con todo lo que encontrabas, al verte así te pregunte ¿qué paso, donde se fue el amor que tanto me jurabas? Pero respondiste algo que jamás se borrara de mi memoria:
-          ¿Amor? ¿Alguien puede sentir amor por vos pedazo de mierda? No sabes cómo constaba fingir que todo estaba bien, pero no sabía cómo alejarme de vos psicópata de mierda, basura igual que toda tu familia, hasta ese viejo de mierda que era tu padre que me acosaba con la mirada, todos unos locos enfermos. ¡Basura! ¿Crees que disfrutaba ver como perdí mi libertad por vos, dedicar horas de mi vida por un inmaduro que no tiene ni idea donde esta parado?
Me partiste el alma. Lloraba como un niño y no tuviste compasión, intentaste dispararme, pero el arma no estaba cargada, si yo nunca pretendí hacerte daño. con dolor de por medio me levante y te quise abrazar pero fui tan brusco que tropecé y caímos, vos diste contra la punta metálica de la mesa, quedaste inconsciente yo me enloquecí no sabía qué hacer solo corrí hacia arriba y llame a emergencias.
Cuando llegaron intentaron salvarte pero habías perdido mucha sangre, tu pelo castaño quedo pintado de rojo.
Y hoy casi dos años después solo puedo mirarte, hablarte y contemplarte en este dibujo mal hecho que hice con un pedazo de carbón que encontré tirado en suelo, sobre esta fría pared ésta la imagen de nosotros en la playa, dándonos nuestro último beso. Y ya logre perdonarte. Sé que todo lo que me dijiste era mentira, me amabas lo notaba en tu mirada.

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